En Owaya somos objetividad y subjetividad, arte y lógica. He aquí un intento por conciliar la imaginación con la lógica, sin que esto le arrebate la libertad a la imaginación.
Atendiendo a la famosa ecuación de Drake, consideraríamos, de inicio, miles de millones de posibles civilizaciones existiendo en el universo; sus formas, colores y cualidades son, para nuestro entendimiento humano, prácticamente infinitas.
La física es la ciencia que intenta descifrar el universo; busca, como finalidad, encontrar la/s regla/s fundamentales que lo constituyen.
Vivimos una época en donde los cambios que sé gestaron durante los dos siglos anteriores están a punto de radicalizarse en una transformación de paradigma social. La física y sus descubrimientos son parte fundamental de tales cambios. Para algunos físicos, el universo está unido por una energía, materia o sustancia —aun sin posibilidad de explicarla con certeza— que lo define como un orden integrado, más que eso, lo define como un uno. Se trataría del elemento fundamental o la sustancia única que subyace en el punto inseparable de la mínima capa o partícula que la física alcance a estudiar; es decir, para estos físicos de frontera, la separación es una ilusión. Esto nos indicaría que cada punto del universo contiene la información total del mismo y, en consecuencia, cada uno de nosotros estamos dentro de una unidad, debido a lo cual no solo podemos esperar que nuestros cuerpos contengan elementos pertenecientes a cualquier época de la existencia de nuestro planeta, sino del universo entero. Más allá, principalmente, podemos esperar que nuestros cerebros hayan evolucionado a base y en conjunto con el todo, formándose como un espejo del universo y, por ende, conteniendo información fundamental y/o siendo un receptor de ella.
En ese sentido, cabe preguntarse: ¿Acaso la imaginación, en lugar de considerarse como un producto del azar o de la sugestión social, podría considerarse como una remembranza? ¿Podría la imaginación actuar como un canal de acceso a la profunda información del universo, información que es posible recordar o mejor dicho, consultar por nuestros cerebros? Si tomamos en cuenta la ecuación de Drake, ¿acaso la criatura más descabellada que pudieras imaginar, contemplando los miles de millones de posibilidades, no sería posible que existiera en algún punto del universo? Contemplando, además, que Drake solo calculo las posibilidades de existencia de civilizaciones que fueran capaces de lanzar emisiones de radio, por consiguiente, si a esto le sumamos otras criaturas incapaces de tal portento, como los millones de especies animales que habitan en nuestro planeta —se cree que el ser humano conoce un par de millones de especies de las más de treinta millones que posiblemente han habitado en la tierra— entonces el número es impronunciable. ¡Hay más!, pues si a esto le añadimos que el tiempo es una cualidad subyacente de las relaciones que constituyen a la unidad, el «existen», él «existieron» o él «existirán», se desvanece; pasado, presente y futuro no se separan en este nivel, sino que son parte de la misma información; basta con pensar en la cantidad de seres que han vivido durante la existencia del planeta tierra… el número es ya abrumador. Si después piensas en el tamaño del universo conocido e imaginas lo que falta del desconocido… el número es inimaginable para nosotros como seres humanos; no olvidemos que estimamos conocer tan solo el 4% del universo…
Ahora, la creencia aceptada acerca de la imaginación humana, es que se fundamenta en nuestro entorno y biología. No obstante, esta consideración, refuerza aún más la idea aquí expuesta: aunque pensemos que los múltiples seres que nos imaginemos estén inspirados en nosotros mismos y en las otras criaturas —conocidas— que habitan este planeta, es decir, que nuestra imaginación se limite a lo que conocemos en el mundo «real» y la interpretación y percepción que tengamos de ello, las combinaciones de tales conocimientos siguen siendo prácticamente infinitos. La evolución es prueba de lo anterior: la evolución parte de la simplicidad a la complejidad (para después, ciertamente, una vez integrado, volverse simple de nuevo), esto es, parte de lo conocido y lo desarrolla hacia formas irreconocibles —a simple vista— con respecto a su origen; cualquier forma es posible de ser necesaria para la supervivencia de las criaturas. En mucho influirá las condiciones del ecosistema y, a su vez, del sistema solar en donde habitan. Por consiguiente, por muy quimérica que consideres a tu imaginación, y por más conocimientos que posea un ser humano, la evolución es millones de veces más quimérica y, debido a su complejidad informacional, contempla mucha más información que cualquier conocimiento adquirido durante la vida de un ser humano (incluso de la civilización humana) En ese sentido, aún sobre pensando una criatura «imposible» de existir en este planeta —para nuestro entendimiento actual—, será muy difícil que logres imaginar una que no pudiera existir en el universo entero. Además, habría que sumarle las que todavía no somos capaces de imaginar por nuestras limitaciones evolutivas y/o biológicas.
De cualquier manera, partir de lo conocido como inspiración imaginativa podría significar una limitante —aunque con prácticamente infinitas posibilidades en cuanto a nuestra capacidad biológica— pero eso no significa que nuestro límite sea el límite del universo. Aun bajo esta premisa, seguiríamos acrecentando las posibilidades positivas para la idea de que cualquier cosa que te imagines, es muy probable de que exista en algún punto del universo, puesto que en él hay tanto y puede ser tan diferente para la limitación biológica de cada criatura, que no hay forma incluso que lo imagines. Es decir, si partimos de nuestra capacidad biológica y conocimientos, nuestra imaginación sería tan limitada que es remotamente posible que lo que llegásemos a crear no pueda existir ahí afuera, en alguna parte… Para ejemplificar lo anterior, pensemos —con otra perspectiva— a la cueva de Platón, pensémosla en referencia a la idea aquí defendida: los hombres encadenados dentro de la cueva albergan profundas limitaciones imaginativas con respecto a quien salió de ella. Así, los que permanecen en la cueva no tendrían manera de imaginar lo que quien fuera de ella será capaz.
Si lo anterior no son suficientes posibilidades para hacer de la imaginación un canal tangible más que una mera inventiva azarosa, entonces habrá que recordar que la ecuación de Drake toma sus bases en el materialismo, cosa que nos llevaría a pensar que pueden existir seres constituidos de forma completamente distinta a lo que la ciencia materialista tiene como frontera. Partamos de las experiencias místicas, pues son estas la prueba más popular de supuestos avistamientos de seres no materiales. Preguntémonos: ¿Qué es lo que se vive en un trance místico?, ¿se trata de un producto del azar o una simple revoltura cognitiva? La complejidad que no deja de mostrarnos este universo, aunado a la comprobación científica, cada vez más detallada de un orden implícito, se oponen a esta conclusión; que suceda tal desorden en nuestras cabezas, como si de un error se tratara, es menos probable que, en realidad, se esté experimentando algo existente; si la ciencia observa un claro orden en el mundo material, aun en su mínima expresión, es muy probable de que, si existe un mundo inmaterial, se observe el mismo o, incluso, el orden material dependa del orden inmaterial; de alguna forma, la física nos empieza a revelar un reino imperceptible que soporta el orden del mundo percibido.
No obstante, para la ortodoxia contemporánea el misticismo es simple charlatanería, pero aquel que niegue tan vagamente todo aquello que no entre en su mundo aprendido, estará estancando sus posibilidades evolutivas y si este ejerce cierto liderazgo en la sociedad, la estará estancando consigo. Lo cierto es que son demasiadas coincidencias para universalizar el misticismo como charlatanería, y aunque fuera charlatanería, no podemos negar el nivel de imaginación del charlatán. El pensamiento del místico —charlatán o no— debió partir de algo, y si ese algo es innovador para el entendimiento humano contemporáneo, además, si ese algo comparte conocimiento que aporta a la ampliación de conciencia de la especie, ¿acaso importa si surgió de la imaginación del místico o si realmente sucedió? Cómo hemos defendido aquí, ¿como saber si lo que imaginamos sucedió en alguna parte del universo y sencillamente es interpretado a nuestro entendimiento y capacidad biológica? En vez de ello, lo que habría que preguntarnos es: ¿qué doto de tal capacidad imaginativa a ese místico?, ¿es diferente al resto o simplemente utiliza un mecanismo natural que todos poseemos, pero que comúnmente permanece inactivo? Si se trata de lo segundo, entonces, ¿Serian las experiencias místicas un momento de extrema conexión imaginativa y, por consiguiente, el mecanismo natural para consultar la información contenida en el universo con mayor exactitud?, y si es así, ¿no solamente es posible conocer las diversas criaturas que habitan el universo por medio de la imaginación, sino también su conocimiento y sabiduría?
En consecuencia, a los miles de millones de posibilidades que se calcula a partir de la ecuación de Drake, sumado a los miles de millones de posibilidades de otras criaturas que no emitan ondas de radio, se le siguen añadiendo nuevas posibilidades que rebasan la percepción materialista del universo y/o simplemente nuestra capacidad biológica. Parece, entonces, que en el universo hay tantas probabilidades de vida que aun intentando con esfuerzo imaginarte algo completamente imposible, es muy probable de que exista. Podríamos pensar que en este universo es más difícil imaginar algo que no exista, más allá, podríamos pensar que la imaginación, tal como la concebimos, es, paradójicamente, lo que no existe, pues se trata de una remembranza de lo existente.
¿Qué pasaba con los personajes mitológicos de nuestros ancestros? Aquellos tuvieron que haber sido imaginados primero por alguien, para después agregarle elementos conforme se desarrollaba la historia y, si fueron imaginados primero por alguien, es porque tuvo que haber sido visto por ese alguien, ya sea en sueños, en una alucinación, trance o simplemente en un momento de contemplación o inspiración artística; inspirado o no, cualquier inspiración, es parte de la misma información y permanece en el mismo marco de referencia; se trata, a lo sumo, de una combinación de inspiraciones, pero siempre dentro del mismo todo informacional que solo se diferencia por su nivel de complejidad conceptual. No obstante, se me podrá argumentar que la mayoría de seres mitológicos fueron creados a partir de un meticuloso simbolismo. Afirmación a la que replicaría preguntando: ¿no es el simbolismo un mecanismo de sentido?, y si observamos a nuestro alrededor, ¿podemos encontrar una sola cosa que carezca de sentido? Nuestra forma, las formas de las plantas, sus colores y las formas de los animales, por dentro y por fuera, microscópicamente y macroscópicamente, siempre albergan un sentido inmanente. ¿Acaso ese simbolismo no se inspira en la interpretación de sentido del universo? El simbolismo es una representación de un previo sentido, aunque interpretado, no deja de estar dado por el universo, por lo que toda sustentación simbólica tuvo que haber partido de la contemplación y, por ende, esta pretendería ser más exacta que la mera inspiración estética.
Así, si a este hecho le añadimos las coincidencias en variedad de criaturas mitológicas que recorren, durante la historia de la humanidad, los diferentes continentes de nuestro planeta, ¿podríamos pensar que diversos pueblos tuvieron contacto, sin importar que hayan vivido separados por océanos o incluso, por épocas? La historia ortodoxa niega tales hechos. ¿Podríamos pensar, entonces, qué tal información habita en nuestros cerebros o nuestros cerebros pueden captarla por igual? No hubo necesidad de conocerse, sino simplemente de contemplar, de imaginar.
Esto hacemos en Owaya, imaginar. Imaginamos criaturas, imaginamos seres, diseñamos ambientes y creamos espacios para esos seres. Después, los llevamos a un contexto teatral o a un evento musical, con la finalidad de conocer mejor su personalidad y cosmogonía, o simplemente, por el deseo de bailar con ellos. Llevamos así, nuestra consulta a la mejor representación posible, para ver, frente a nosotros, a un ser que existe en algún punto del universo o tal vez, aquí en la tierra.
Notas
- Con lo anterior comprobamos que aun pensando en una imaginación limitada, el punto que defendemos sigue en pie. No obstante, pensar en una limitación fija e irrevocable para nuestra capacidad imaginativa sería un oxímoron con respecto al concepto de evolución, pues si partimos de la burda búsqueda de supervivencia o de expansión del gen egoísta, —como la biología contemporánea nos indica—, ¿como sobrevivir o expandir el gen egoísta en el estatismo? Tomando en cuenta la idea de que la imaginación sea el canal principal de consulta de información y, por ende, de desarrollo de consciencia. No olvidemos que Demócrito, hace más de 2000 años, acuño la palabra átomo para referirse a partículas indivisibles que conforman la realidad, tanto el vacío como la materia. Hemos logrado dividir el átomo —nombre establecido en referencia a Demócrito— pero aun dividiéndolo, la realidad sigue presentándose como granular. ¿Cómo lo supo Demócrito hace más de 2000 años?, contemplando, imaginando. Así, fomentar la imaginación, traerá consigo siempre evolución.
- Cuando hablo de la mística no me refiero a una vaga sustitución de la ciencia, todo lo contrario, me refiero a que la ciencia está incompleta sin la mística y la filosofía. No me detendré a explicar por qué los científicos deberían de ser filósofos primero, bastará con recordar que la ciencia nació de lo que se denominaba filósofos naturales y la física adopta su nombre por un libro titulado así por un filósofo, Aristóteles. Además de que básicamente todo ser humano, para considerarse tal, debería de ser filósofo, pues la filosofía es la representación de lo humano (al menos en el planeta tierra). Ahora, a lo largo de la historia, la física, por ejemplo, simplemente se ha dedicado a comprobar, por medio de la experimentación y las matemáticas, lo que han dicho filósofos milenarios; en realidad, no hace más de unos cuantos años que la física ha empezado a descubrir cosas nuevas que no hayan sido dichas antes por filósofos. Por lo tanto, hablamos de un ciclo, en donde la ciencia juega un papel fundamental, pues es la que se encarga de comprobar las ideas. El ciclo comienza con la mística, la cual visiona, siente e imagina, pasa a la filosofía, la cual transporta la imaginación a la razón y termina en la ciencia, la cual comprueba lo teorizado y explica lo experimentado. La finalidad es, ciertamente, desaparecer la mística, pero no al negarla, más bien, al considerarla como parte primordial del proceso. Una vez comprendiendo la primera visión mística a través de la ciencia, esta deja de ser mística; en el sentido etimológico del concepto que significa lo oculto o misterioso, pues pasara a convertirse en conocimiento tangible de la humanidad. No obstante, no podemos llegar a ese nuevo conocimiento sin antes haberlo imaginado; la tecnología avanzada se le puede confundir con magia, pero la magia no es más que un conocimiento que aún no comprendemos y la ciencia puede ayudar a ello.
- Probablemente, no lo sepas, pero Einstein, el revolucionario científico que rompió con la mecánica clásica de Newton y nos sumergió en la física cuántica, era malo para las matemáticas —claro, malo entre físicos—, comúnmente necesitaba de matemáticos expertos que le ayudaran a formular sus teorías y le explicaran las matemáticas que se le dificultaba comprender. Lo que tenía Einstein era una capacidad imaginativa asombrosa para visualizar la realidad. Ahora, existe el testimonio de que Einstein estaba obsesionado con la Kabbalah, incluso se atestigua que aquel libro se encontraba en su escritorio después de su muerte, pues se piensa que buscaba más inspiración a través de él. Sea esto último cierto o no, lo cierto es que su interés por la Kabbalah suena muy probable dado su judaísmo y comprobaría el ciclo ya mencionado. Por consiguiente, podríamos preguntar ¿acaso parte fundamental de la imaginación de Einstein, que derivo en sus asombrosos descubrimientos, puedo haber sido inspirada, en mayor o menor medida, por la Kabbalah?
- Es sabido que muchos de los verdaderos místicos (con el «verdadero» me refiero a quienes no utilizaron el misticismo para fines de poder) han hablado, aunque de manera abstracta, y sin posibilidad de controlarla colectivamente, acerca de lo mismo que la ciencia ha ido descubriendo. Es evidente, entonces, que la mística está más avanzada que la ciencia en cuanto a su conocimiento del universo, dado que su método es más inmediato; se trata de sentir y de fluir. El problema es su total individualidad, no puede compartirse fácilmente, es difícil explicarlo en palabras, decodificarlo al lenguaje y mucho menos al lenguaje matemático, quedándose como conocimiento personal e íntimo del místico. De ahí que el verdadero místico es aquel que fluye en su propio proceso, pero nunca inicia ningún culto; no puede enseñarlo, pues caería en la imposición de teorías, reduciendo la imaginación a la lógica, imposibilitando el fluir del cosmos. Se trata de un proceso enteramente individual en donde lo máximo posible para el místico es compartir su sentir, no para enseñar a los otros, sino simplemente por el hecho de compartir una experiencia particular. En esto radica la necesidad de la ciencia, sin ella, cualquier falso místico puede inventar una manera innovadora para imponer sus ideas con las que camufla sus intereses, sometimiento y manipulando el pensamiento y causando estancamiento en la sociedad, lo cual ha sido el germen de las épocas oscuras de la humanidad.